lunes, 8 de diciembre de 2014

La imagen: Eulogio, el Guarda de la Dehesa.


Eulogio hombre de campo y en el campo, su lugar de trabajo

Recuerdo su nombre, Eulogio, y el lugar donde vivía, en la calle El Cristo. Su vehículo de locomoción era la bicicleta. Con ella iba todos los días al campo, incluso los domingos y festivos. A cuidar el campo, en este caso la Dehesa, que era de más de 90 propietarios. Pero él lo hacía como si fuese suyo, cumpliendo bien su oficio. Es de suponer que también disfrutaría de algún día de descanso, aunque tengo mis dudas, porque era muy exigente con el cumplimiento de su deber, el de guarda.
Y es que la Dehesa, para los de Joarilla, era algo especial. Allí tenían sus mejores tierras de cereal y las mejores viñas, al menos las plantas de Mencía, Godello y Jerez. El terreno era  muy bueno para todo, pues incluso en los valles y vallejos, que había entre los sembrados,  se cogía buena hierba.
Con su bicicleta y el rifle colgado al hombro, a primeras horas de la mañana, se iba ya para la dehesa. Al verlo la gente, o al menos los niños, sentían algo especial, tal vez por lo de llevar el arma, porque solamente a los guardias civiles o guardias jurados les estaba permitido o autorizado.
Tenía que vigilar las tierras o campo que componían la dehesa que, aunque estuviese en el término de Monasterio de Vega, pertenecía a casi todos los vecinos de Joarilla por haberla comprado en su momento. El espacio a vigilar era amplio, por lo que se supone que el trabajo para el guarda era mucho, aunque a veces desde el mirador de la casa y con unos catalejos dominaba bien gran parte del campo, sin moverse del lugar.
Cuando íbamos a la dehesa  y nos acercábamos a la fuente y al estanque que había al lado, siempre pensábamos que tal vez el guarda estuviese en la casa o en el mirador de la misma, vigilando desde allí, para que nadie cometiese alguna fechoría. Y se evitaba el hacerlo por si acaso con sólo pensar que podía aparecer el guarda.
Muchas veces se acercaba él también a la gente que iba a trabajar o a ver sus tierras sembradas o sus viñedos. Y charlaba con todos durante un tiempo.
Y cuando alguien cometía una infracción allí se presentaba inesperadamente para imponerle la sanción correspondiente, que no era mucha ni grande, pero era sanción. No cabe duda de que su presencia o el pensar en que pudiera estar cerca era motivo más que suficiente para no cometer faltas merecedoras de sanción.
Por las tardes, casi al anochecer, se le veía llegar al pueblo en su bicicleta y con el rifle sobre el hombro. Había que cenar y descansar para salir de nuevo a la mañana siguiente camino de su trabajo, un trabajo con horario ininterrumpido y con pocas horas de asueto o descanso, aunque pasase mucho tiempo vigilando desde el mirador o a la sombra de alguno de los robles o encinas que había por la dehesa.   
Estoy seguro de que el guarda de la dehesa es recordado todavía por muchos vecinos de Joarilla, sobre todo personas mayores, que incluso pudieron conocerlo. Era hombre amable y a la vez serio. Exigente consigo mismo y sobre todo en el momento de cumplir con su deber, como era vigilar y multar o sancionar al que cometiera alguna infracción relacionada con las tierras, las viñas, la caza, etc. Merecedor como nadie de este pequeño recuerdo.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Imagen de hoy: D. Onofre el maestro.


Hace unos días supe que el nombre del maestro  que vemos con sus alumnos en esta fotografía del año 1900 se llamaba D. Onofre. Me lo contó Mari Sol de Castro, que todavía sigue recibiendo fotos antiguas del pueblo y de sus vecinos desde que publicamos “Memoria Gráfica de un Siglo”. Y es que además me dijo que había visto a algunos de sus familiares, y que estaban interesados en comprar el libro.  Me parece muy bien y ojalá disfruten con las imágenes que en él aparecen y les sirva para recordar a otros familiares y amigos del pueblo. 
Esta es una de las imágenes más antiguas y llamativas publicadas. Y, aunque con sólo verla sería suficiente, no me resigno a comentarla, pues nos muestra aspectos muy concretos de la vida escolar a comienzos del siglo XX. Ni que decir tiene que maestro y niños están preparados para colocarse ante la cámara, de fuelle o de cajón, por la época. Todos expectantes, serios, bien colocados y respetando la posición. Además su mirada está en la misma dirección. Forman como un triángulo cuyo vértice superior es el maestro, D. Onofre, que destaca entre todos por su bigote y también por su forma de vestir: chaleco y chaqueta. Los niños en cambio  casi todos con blusón de tela lisa o de color.
Su rostro nos llama la atención por la uniformidad en boca, ojos y mirada. Y su cabeza con el mismo o parecido corte de pelo, como que se lo hubiesen cortado todos el día anterior, para la fotografía. No deja de ser este un momento especial y más en aquellos años con menos medios y progreso en todos  los aspectos.
La fotografía, aunque algo deteriorada con el paso del tiempo, no deja de ser un buen testimonio del pasado y de la forma de vestir, y también de vivir hace más de cien años.
Estoy seguro de que serán muchas las personas de Joarilla y de otros lugares que verán esta imagen, se detendrán un momento a contemplarla y hasta pensarán o comentarán algunos aspectos de la misma. Y es que casi siempre “una imagen vale más que mil palabras”.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Alameda.-2



Siempre que voy a Joarilla, sobre todo en primavera o verano, me doy una vuelta por la alameda, lugar apropiado para ponerse a la sombra de los chopos y así refrescar de los calores existentes en dichas estaciones.  Y es que el lugar más apropiado del pueblo para ello, y más desde que el arroyo se ha convertido en río, aunque sea debido a las aguas de los canales del regadío.
Hay que añadir que, en la actualidad, el lugar está más limpio y acondicionado para pasear, hacer deporte y descansar.  
Pero, por las imágenes que tenemos y vemos, podemos decir que la alameda siempre se utilizó para eso, aunque antiguamente el deporte más practicado en dicho lugar fuese el futbol, tanto por los niños como por los mayores. Y por supuesto que fue el lugar de paseo preferido en las tardes de los domingos y días festivos, era como una distracción más pasear o ir de paseo a la alameda.
Pienso que la imágenes siguientes en las que están algunos de mis familiares están hechas en la alameda. Si no fuese así y alguien conoce bien el lugar, que lo diga para su corrección. Lo digo porque a veces también algunos se acercaban allí con su coche cuando iban a descansar, pasear o jugar.
En la alameda, a la sombra de los chopos.
También se tomaba el sol en la Alameda.
También recuerdo que durante algunos años, por las fiestas del pueblo, sobre todo las del Sacramento, se organizaban vaquillas, una especie de capea con pequeñas y bravas vacas.
La plaza se preparaba con remolques y carros de varas o de par, y sobre ellos se colocaban los espectadores. Por cierto que, a las vaquillas acudían muchas personas de de San Miguel y de Valdespino. Y es que los tres pueblos forman el Ayuntamiento y casi todos se conocen y tienen las mismas o parecidas vivencias.
Remolques formando la plaza para las vaquillas.
Algunos de Valdespino acudían también a las vaquillas.
Las fotos de las vaquillas son del año 1981. Se nota el paso de los años en niños, jóvenes y mayores, a los que muchos de los que se acerquen a este blog reconocerán. No hace falta mucha explicación para ver lo bien que está preparada la plaza y el sitio preferente de que gozan los espectadores.
También conviene destacar a los que se tiran al ruedo, como que lo hubiesen hecho muchas más veces. Se ve en ellos dominio de la vaquilla y del toreo. Y lo bien que se lo están pasando la gente. Es día de fiesta y hay que celebrarlo.  
Vaca...vaca...vaca...
eh¡ eh¡ eh¡
Todos a por la vaca...
Los espectadores llamando a la vaca...
Todos agarrando a la vaca al final de la fiesta.

Niños hace 30 años y algunos mayores, uno de ellos Miguel.
Juan Antonio y yo en el ruedo, pero cerca del burladero.
Mari Sol y sus amigas hace más de 30 años.
Suintila q.e.p.d. y mi primo Angel entre otros.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Caño.-3



Hace unos días revisando uno de mis álbumes de fotos en blanco y negro, más antiguas, me encontré con estas dos que publico hoy y que muy bien podían haberse incluido en el libro Memoria Fotográfica de un Siglo, que presentamos en Joarilla este verano. La verdad es que no me extraña que sean cada día más las que aparezcan, pues a veces las fotos están en nuestras casas en lugares diversos, y por menos de nada se encuentra uno con alguna.
No sé exactamente de qué año serán, pero, como estoy yo en una de ellas,  me da la impresión de que pueden ser de finales de la década de 1950. 
De obras en el Caño. Década de 1950.

Posando para la fotografía.
A lo largo de los años se realizaron obras en el Caño. En este caso parece ser que trata de cambiar la parte central del mismo en la que estaban fijados los tres o cuatro caños por los que salía el agua desde el central. De todas las formas espero que si alguna persona se acerca al blog y ve las fotos, me indique de qué se trata y cuándo se hizo la citada obra. Y por supuesto que me indique también los nombres de las personas que aparecen en ellas. De algunos sí que me acuerdo: Sinesio, Manolo, Quintiliano…
Y seguiremos publicando algunas imágenes más, inéditas, de las muchas que tenemos sobre Joarilla, desde que se publicó el libro, para recuerdo y disfrute de los amantes del pasado.

jueves, 18 de septiembre de 2014

In Memoriam. Miguel Mencía Rodríguez.



Ayer me comunicaron el fallecimiento de Miguel Mencía, compañero de escuela y amigo de la infancia y parte de la juventud, en nuestro pueblo, Joarilla, hasta que cada uno orientamos nuestra vida por distintos lugares y caminos. A partir de los 11 años los dos cursamos estudios en centros religiosos, yo en  el seminario de León y él, si no me equivoco, en el Colegio de los Operarios Diocesanos en Salamanca,  en Salamanca. El se ordenó sacerdote y yo abandoné el Seminario ya en los últimos años.
En la calle Mayor de Joarilla el día de su ordenación sacerdotal.
Miguel era además vecino en la calle Mayor, las  casas de su familia y de la mía se encontraban muy cerca, y además de vecino, amigo, como lo eran también, y lo siguen siendo, sus hermanos, Rafael, Dasio, y Mari Carmen. 
No recuerdo demasiadas cosas de cómo transcurrió su vida después de su ordenación sacerdotal, sobre la cual conservo la fotografía anterior. Después de tantos años transcurridos y sin apenas vernos, las cosas se han ido olvidando, pero no  los años de nuestra infancia y parte de la adolescencia, transcurridos en el pueblo, al menos durante las vacaciones. Allí íbamos y allí cumplíamos con nuestros deberes religiosos de la misa, el rosario y todo lo que nos exigía la vocación elegida. Y ayudábamos, como monaguillos especiales, al cura, en este caso D. Mere, como se puede ver en algunas fotografías.  
Acompañando a D. Mere el día de la fiesta de Los Pastores.
Procesión con la Virgen del Rosario.
Lo que más recuerdo de Miguel y de sus hermanos son los años de la escuela infantil y la vida en la casa familiar. También los juegos en la calle, en la Plaza, en la Alameda o en la Eras. A él le gustaba mucho el futbol y además jugaba bien.
Y dignos de recordar también son los muchos momentos que pasábamos juntos, más  en su casa que en la mía. Allí estaban sus padres Rafael y María teniendo siempre atenciones con nosotros, cuando en las noches del invierno jugábamos al parchís, a las cartas, o a algún otro juego.

Familia Mencía Rguez. Foto del libro de Joarilla Memoria de un Siglo.
Miguel, en principio, consiguió lo que se propuso, ser sacerdote. Después con el paso de los años optó por otro tipo de vida, muy de acuerdo con su forma de ver y sentir las cosas. Hay que alabar en todo momento su posición y actitud ante la vida,  tan distinta en la actualidad, a aquellos primeros  años de nuestra infancia y juventud. Supo adaptarse a todo y vivir del mejor modo posible. Pero en la vida se presentan otros males y problemas que contribuyen a que el paso o recorrido por la misma sea más breve. Y no nos queda más remedio que aceptarlo.
Mi más profundo  pésame a sus hijos, hermanos y demás familiares. Que tengan la seguridad de que Miguel ha dejado un buen recuerdo entre todos los que le conocíamos y sobre todo entre los que pasamos junto a él algunos años de nuestra vida, en mi caso la infancia y la juventud.