miércoles, 4 de julio de 2012

La Caperuza.


Caseta de una finca rodeada de viñedos en un pueblo de la comarca de Benavente. Algo parecido a la Caperuza, aunque ésta era más grande y estaba rodeada cepas, y de más árboles y arbustos.
Así se llamaba y se sigue llamando a este pago existente en el campo de Joarilla.  Un conjunto de tierras  de las que, antiguamente, la mayor parte eran viñas, que proporcionaban buenas uvas para comer y buen vino para beber. Pero la llamativo de este lugar, y por lo que todos lo conocen y recuerdan, es por la caseta que había en medio de una extensa  viña. Caseta  que, lógicamente, frecuentaban más sus dueños, cuando trabajaban la tierra, pero que, en ocasiones, también acudían a ella otros propietarios, para protegerse de las lluvias en el invierno y de los calores en el verano. 
Nos llamó siempre la atención el uso de este nombre para designar el lugar, pues caperuza, de cappa, no tiene otra acepción o significado que “capucha, capuchón, bonete o gorro, acabado en punta etc., que sirve para proteger la cabeza”.  ¿No será que quien puso tal nombre al lugar, refiriéndose sobre todo a la caseta, pensó en que les iba a servir también de protección en algunos momentos del año a los que trabajaban o se encontraban por allí?
Antes, cuando la mayor parte de las tierras eran viñas, se iba más a la Caperuza. Y se oía con frecuencia: Tengo un majuelo en la Caperuza, hoy voy a trabajar la viña de la Caperuza, te espero en la Caperuza, mañana vamos a merendar a la Caperuza, etc. Y es que la pequeña caseta, construida de tapial y adobes, estaba rodeada de árboles, cuya sombra servía para refrescar el ambiente caluroso del verano. Y hasta contaba con pozo para refrescar el vino o el agua de la merienda.
Cuando las uvas iban ya madurando, este lugar era el más frecuentado, pues sus viñas, además de antiguas, y tal vez por ello más artesanales, eran las que más y mejor variedad de uva tenían y ofrecían. Recuerdo el cuidado, trabajo y atención que el abuelo Sixto prestaba a sus majuelos de la Caperuza. Y es que allí había uvas de Malvasía, Jerez, Prieto Picudo, y otras variedades; uvas de colores y sabores distintos; uvas grandes y pequeñas, redondas y  largas, a estas las llamábamos “uvas de cuerno” por la forma que tenían, y por desconocer su especie o el nombre científico. Se escogían los mejores racimos para llevarlos  a casa y conservarlos durante un tiempo, en el desván, o sobrado,  vocablo este de más uso en Joarilla.
A la caperuza se iba en carro, o montado sobre el burro o caballo, cuando había que trabajar. Pero en muchas ocasiones se recorría el camino a pie, como de paseo, pues la distancia no era muy grande. Algunos lo hacían hasta en bicicleta, si disponían de ella. Cuando llegaba la vendimia, al haber tantas viñas, en la Caperuza coincidían varias familias y grupos de vendimiadores, con lo que aquello parecía una fiesta. Se hablaba, se cantaba, había movimiento de personas, y también de carros, que llegaban con los cestos vacíos y se iban con ellos, ya cargados, a descargar en la bodega familiar, o para la venta en la báscula de las Eras, en donde estaban los camiones encargados de transportar la uva hasta las industrias bodegueras.
La Caperuza no era un pago más del amplio campo del pueblo, pues allí había una caseta y árboles con sombra. Y por el camino abundantes setos que se llenaban de flores amarillas, al llegar la primavera y durante el verano. Esto era  positivo y hacía atractivo al lugar. Pero en la actualidad los setos con flores del camino, la caseta y gran parte de las viñas han desaparecido, debido a  la concentración parcelaria, o por otros motivos. Y son muy pocos los árboles que se ven en la lejanía. Tal vez, en un futuro, todo cambie, cuando el agua de los canales de regadío pase por allí y los campos se llenen de verdor y de vegetación. Mientras tanto seguiremos manteniendo en el recuerdo a  la Caperuza.    


A la derecha, por el camino que lleva a la Caperuza, se conserva este árbol,  con muchos años ya, y bastante altura.
Un poco más adelente salen dos caminos, el de la derecha nos conduce al pago denominado La Caperuza.
Cerca ya de la Caperuza el camino tenía setos a ambos lados. Solamente queda, como testigo, el que se ve en la imagen.