sábado, 9 de junio de 2012

La abuela Anastasia.


La abuela Anastasia de negro, pero sin pañuelo.

La abuela, en el centro y de negro, con parte de su familia un día de romería a la ermita de la Virgen del Paramo.

Se llamaba Anastasia, y hacía honor y cumplía con el significado de su nombre, procedente de dos palabras griegas ‘ana’ un prefijo-preposición (arriba, hacia arriba) y un verbo con significado o sentido de disposición, de levantarse o colocarse por encima de algo. Como que su nombre le hubiese dado fuerza, resistencia  y valor, para superar o sobreponerse a las dificultades y trabajos de cada día, en lo suyo, que, en aquellos tiempos, no otra cosa era que la atención y dedicación a la familia, la casa y también a las amistades. Porque la abuela Anastasia se portaba y actuaba bien con todos y sabía cumplir, por más que surgiesen contratiempos a lo largo de su vida.
Además era inteligente y sabia, con capacidad para opinar sobre cosas que ocurrían en su vivir diario, y también sobre personas que veía o trataba, hasta el punto de utilizar, en algunas ocasiones, y como para criticar a alguien, la expresión:  “corto de inteligencia y largo de malicia”.  Ella estuvo casi siempre en Joarilla, tan sólo, ya de mayor, viajó con frecuencia a Asturias. No ocurrió así con el abuelo Sixto,  que se vió obligado a ir a Argentina en busca de un mayor bienestar, que no pudo conseguir. El abuelo le contaba siempre sus aventuras, y otras cosas de las que él se informaba en la prensa o la radio de entonces y que tenía a su alcance. Estaban al tanto, como nadie, de algunas de las noticias que por entonces se difundían.
La abuela que atendía a su casa y a los suyos, no dejaba de cumplir con los que por entonces se consideraban deberes religiosos, como era asistir a misa y al rosario casi todos los días del año, pero principalmente los domingos y días festivos. Para ir a la iglesia se colocaba el velo sobre la cabeza, velo que más adelante, cambió por pañuelo y  vestidos, también  negros, para el resto de su vida, cuando la muerte le  llegó a algún miembro de su familia. 
La mayor distracción o entretenimiento era el domingo, día de descanso, pues era el día del Señor. Casi todos los vecinos de Joarilla asistían a misa por la mañana y muchos lo hacían también al rosario por la tarde. Era un día en el que se veía más gente por la calle y en las plazas, sobre todo en la amplia Plaza Mayor, que tiene el pueblo. Muchos se sentaban, en animada tertulia, en los poyos de cemento que había alrededor del caño, y bajo las acacias.
La comida del domingo era también especial y la abuela se esmeraba en que así fuese.  Terminada la comida había otras distracciones, distintas para hombres y mujeres. Muchos de ellos se iban al bar El Pollo, el único que había en el pueblo por entonces y que regentaba mi tío Anastasio. Allí tomaban café y copa o copas, cuyo coste correría a cargo de los que perdiesen en el juego del dominó o con las cartas. Ellas, por el contrario, al atardecer de este día, sobre todo cuando el tiempo lo permitía, se juntaban en algunos lugares de las calles o plazas, en grupos, sentadas en torno a una mesa y se pasaban el resto de la tarde jugando a las cartas, principalmente a la brisca, el juego más fácil y el más conocido.
El lugar elegido para ello por la abuela Anastasia y sus vecinas era el rincón que estaba al lado de su casa y en donde, desde el mediodía, comenzaba a llegar la sombra. Allí se reunían con ella, Suintila, la madre de Enma, la señora Ángela, María, la de Rafael, la mujer del señor Moisés y algunas otras que vivían cerca. Cada una de ellas llevaba su pequeña silla de madera con asientos de enea, hecha por un silletero, o una banqueta, y se colocaban en torno a la mesa. Las cartas era su mayor entretenimiento en la tarde del domingo, hasta el oscurecer. Con buen tiempo, también lo hacían otros días de la semana. 

Jugando a las cartas, como lo hacían la abuela y sus vecinas. La imagen es de una exposición celebrada en el año 2010 en Quiruelas de Vidriales, pueblo muy cerca de Benavente.
Mientras jugaban, charlaban entre ellas comentando cosas ocurridas en el pueblo, o en los pueblos próximos, y por supuesto, cosas relacionadas con personas concretas, o con sus familiares o amistades.
Esta costumbre del juego con tertulia en plazas o calles, era muy común en pueblos de Castilla y León. Más en los pueblos que en las ciudades, pues en ellos eran menos los medios o  posibilidades existentes para pasar el tiempo de descanso, asueto, entretenimiento o distracción. Estaba todavía lejos el uso generalizado de la radio y la televisión,  y mucho más lejos el ordenador y demás medios informáticos, que, en la actualidad, informan, y también entretienen, a niños, jóvenes y mayores.