domingo, 7 de noviembre de 2010

La novena a las Ánimas Benditas


Retablo de Ánimas. Iglesia de Gorgaliza del Pino.

--------------------------------------



Cuadro de ánimas en la iglesia de Gordaliza del Pino, pintado por D. Fortunato, maestro del pueblo hace ya muchos años.
--------------------------------------------


Cuadro de ánimas en la iglesia de Castropepe, un pueblo de la comarca de Benavente.

-------------------------------------------------------

Se celebraba los primeros días del mes de noviembre. Comenzaba el día uno y terminaba el día 9. Durante los días de la novena se colocaba en el pasillo central de la iglesia lo que se llamaba el túmulo que no era otra cosa que una mesa cubierta con una tela o crespón negro, y con dos velones encima, que se encendían durante los actos. Sobre la negra tela estaban pintados en color blanco la calavera y los huesos cruzados, que representaban a la muerte.
La novena comenzaba al anochecer. Y en la iglesia la luz más destacada, y casi única, era la que procedía de los velones encendidos, por lo que se producía una sensación de tinieblas y oscuridad.
El cura desde el púlpito decía la novena leyendo los diversos textos, que a todos los presentes, sobre todo a los más pequeños, nos llamaban la atención, por el léxico empleado, aunque era muy apropiado para el momento y para la liturgia que se celebraba: ánimas, purgatorio, infierno, tormentos, eternidad, etc., etc.
Además, todos los días durante la celebración de la novena, se tocaban las campanas. Se decía que “tocaban a muerto” o que “tocaban a ánimas”. Y es que cada una de las dos producía un sonido distinto, el de una era claro y agudo y el de la otra bajo, triste y tenebroso.
A todo esto hay que añadir, al final de la novena, el cántico de los lamentos, cuyo estribillo dice así:
Romped, romped mis cadenas,
alcanzadme libertad:
¡cuan terribles son mis penas¡
¡piedad, Señor, piedad¡

Y así una de sus estrofas:

Un chispazo que saliera
de este fuego tenebroso,
montes y mares furioso
en un punto consumiera:
ya que podéis, nuestras llamas
compasivos apagad.

¡Cuan terribles son mis penas¡
¡piedad, Señor, piedad¡

Una vez terminado el cántico de los lamentos de las Ánimas Benditas el sacerdote, acompañado por el sacristán, se colocaba delante del túmulo y rezaba un responso, entonando el
Libera me Dómine, de morte aeterna, in die illa tremenda,
quando Coeli movendi sunt, et terra.

(Líbrame, Señor, de la muerte eterna, en aquel día terrible,
cuando los cielos y la tierra se han de mover).

Más o menos, así se celebraban los días de la novena a las Benditas Ánimas del Purgatorio en Joarilla por la década de 1950 y años anteriores. Lo mismo ocurría en otros pueblos y ciudades del mundo católico. Y es que las creencias y la forma de vida y costumbres eran distintas a los tiempos actuales.