sábado, 28 de agosto de 2010

Romería a la Virgen del Páramo.


Hace unos días estuve en Joarilla y Feliciano, el sacristán, me dijo que el domingo día 29 de agosto era la romería a la Virgen del Páramo, a la que muchos consideraron siempre como la patrona de la comarca de Las Matas. Pero añadió que, como actos religiosos, tan sólo asistirían a una misa la personas de los pueblos cercanos que se acercasen a la ermita. Y que respecto a otros actos pensaba él que no habría más celebraciones.
Esto me ha motivado para insertar aquí el capítulo que sobre dicha romería publiqué en mi libro “D. Mere, el cura de Joarilla de las Matas. Vivencia de una época. (1942-1966)", cap. 16, pp. 10-14).
Ojalá que la romería no decaiga, sino que vaya a más, pues era y puede seguir siendo un día de gran fiesta y un acto de convivencia religiosa y no religiosa para todos los ciudadanos que viven en esta comarca del sur de León, cuyos pueblos, las personas que los habitan y sus costumbres y tradiciones, merecen cada día más atención

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LA ROMERÍA A LA VIRGEN DEL PÁRAMO
Se celebraba y sigue celebrándose, cada cuatro años, el día de Nuestra Señora, el 8 de septiembre. Se iba a la ermita, que se encuentra en el término de San Miguel de Montañán, uno de los pueblos pertenecientes al ayuntamiento de Joarilla, junto con Valdespino Vaca. A la Virgen se la consideraba como la patrona de la comarca de Las Matas. De hecho acudían en este día, además de los tres pueblos citados, otros como Vallecillo, Villeza y Gordaliza del Pino, Castrotierra y Castrovega de Valmadrigal, y Villamoratiel de las Matas. También los de Albires, Izagre y Valverde Enrique. Y hasta de Villamuñío, Calzada del Coto, Calzadilla de los Hermanillos, Bercianos del Real Camino y El Burgo Ranero. Algunos años llegaban, incluso, gentes procedentes de los Melgares, el de Arriba o el de Abajo, pueblos que se encuentran al otro lado del río Cea, ya en la provincia de Valladolid. Y no era tampoco extraño que se acercase alguien desde Sahagún de Campos y otros pueblos próximos, siempre personas amantes de las tradiciones y de fiestas populares.
Era una romería comarcal, limitada a esta zona sur de León, un tanto olvidada por la capital en cuanto a infraestructuras viarias y de otro tipo, precisamente por su situación de límite provincial.
No lejos de aquí está el río Cea que sirve de límite entre las provincias de León y de Valladolid. Zona la más alejada de las montañas del norte de la provincia, montañas y valles cargados de riqueza y bellos paisajes. La gente de por aquí apenas había oído hablar de Babia, el Bierzo, el Valle Gordo, el Curueño, etc. Les sonaba más la Maragatería, por los arrieros que venían a traer algunos productos y llevarse otros, como el vino, el afamado clarete leonés, y el trigo, de buena calidad. También habían oído hablar de Riaño y Prioro y otros pueblos montañeses, como les llamaban, porque -venían a Joarilla también a por vino y trigo, para pasar el invierno, según me contaban.
No obstante, la romería era un día de fiesta que se vivía con intensidad. No dejaba de ser un día cada cuatro años y se tenía que notar.
D. Mere, el Domingo anterior, durante la misa, ya había informado sobre la celebración de la misma, invitando a todos a participar en ella. Llegado el día, los monaguillos nos acercábamos a la iglesia, a la hora concertada, para coger las ropas necesarias para oficiar el culto, la cruz procesional pequeña, los faroles o ciriales y algún estandarte mariano. Algunos años se llevaba también el pendón parroquial. Desde la iglesia emprendíamos el camino hacia la ermita, junto con la gente del pueblo que lo hiciese a pie. Porque otros muchos iban a lomos de burros o caballos, o en carros, cosa lógica, pues tenían que llevar la comida, a veces para muchas personas. Los carros, en ocasiones, engalanados, y con pancartas alusivas a la Virgen del Páramo y a la romería. Las comitivas de romeros, al menos las procedentes de Joarilla y de Valdespino, Villeza y Vallecillo, se reunían en San Miguel y desde allí, en procesión, partían hacia la ermita. Pendones, estandartes, cruces, faroles, los cánticos marianos y el acompañamiento de dulzaineros, hacían llamativo el acto y entretenido el recorrido, hasta llegar a la misma.
Los procedentes de los demás pueblos, desde primeras horas de la mañana, se iban reuniendo en el lugar y, hacia el mediodía, al aire libre y en pleno campo, se oficiaba la misa en el altar instalado junto a una pared del exterior de la ermita. Era concelebrada por todos los sacerdotes de la comarca presentes, y presidida por el párroco de San Miguel de Montañán, pueblo en el que, como ya he dicho, esta ubicada la ermita. El sermón, con las palabras de bienvenida a los peregrinos, era breve, pues los calores, las multitudes y la comida que espera, reclamaban brevedad. El otro acto religioso que se celebraba era el rezo del Santo Rosario. Se hacía por la tarde, siempre antes de regresar los romeros a sus pueblos y a sus casas. Después del rosario, junto a la ermita, se cantaba y se subastaba el ramo de rosquillas, preparado por los cofrades de la Virgen, cuyo dinero contribuía a sufragar los gastos de la organización.
Entre la misa y el rosario tenía lugar la comida. Unos se colocaban a la sombra de sus carros. Otros, los más madrugadores, ya habían tomado posesión de la sombra de los pocos árboles que había junto a la ermita o en el valle próximo a ella. Porque, a no mucha distancia, hay un valle con una fuente de agua potable que en estos días aliviaba el calor y contribuía a refrescar algo el ambiente, si estaba soleado y caluroso. Pero era insuficiente para todos.
A la romería acudían también vendedores con sus tenderetes que ofrecían melones, sandías, quesos, uvas, dulces, frutos secos y otro tipo de chucherías. También se vendían refrescos y vino. Concretamente no faltaba a la fiesta, entre otros, el carro de varas de mi tío Anastasio, llevado por el caballo ‘El Morico’, cargado de oranges y gaseosas principalmente, que contribuían a aliviar algo el calor.
Al atardecer, y antes de regresar de nuevo a los pueblos respectivos, se celebraba un baile amenizado por los dulzaineros.
Así se celebraba, un año más, la romería de la Virgen del Páramo, conocida también por todos como la romería de San Miguel, en la que lo religioso y lo profano se daban la mano y servía para pasar un día juntos los habitantes de esta comarca de Las Matas, comarca al Sur de León, un tanto lejos de la capital y protagonista durante muchos años del olvido.
Iglesia de san Miguel de Montañán.
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Virgen del Paramo que se encuentra en la iglesia de san Miguel.
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Ermita de la Virgen del Páramo con el entorno limpio y praparado para la romería.
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Interior de la ermita con la imagen de la Virgen de la Mudarra.
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Valle próximo a la ermita en el que hay una fuente.
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Una de las lagunas existentes cerca de la ermita de la Romería a la Virgen del Páramo.
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La imagen de la Virgen es románica, del siglo XII y de bellas facciones. La original, la que vemos en este día especial, casi nunca está en la ermita, por temor al robo o desaparición. Se encuentra en la iglesia de San Miguel. En su lugar, en la ermita, durante el resto del año, hay una imagen distinta, que llaman la Virgen de la Mudarra. Cosa curiosa, pues la Mudarra es un pago del campo de Joarilla, en el que todavía existen restos de alguna edificación que pudo ser también una ermita o un antiguo monasterio. Aquí, entre las ruinas, es en donde cuentan que se encontró la imagen de la Virgen, y que, desde allí, en un carro tirado por bueyes, llegó hasta cerca de San Miguel. Precisamente se construyó la ermita en el lugar en el que los bueyes se negaron a caminar. Ésta era la señal, y es una de las leyendas más conocidas relacionadas con vírgenes, ermitas y santuarios.
Desde La Mudarra hasta cerca de las Lagunas de San Miguel hay varios kilómetros. En recuerdo de esta leyenda, se mantiene en la ermita una imagen, más moderna, que ellos llaman la Virgen de la Mudarra, pero es la Virgen del Páramo la protagonista de la romería y de la fiesta.
La ermita es una construcción de tapial y ladrillo, de forma cuadrada en su parte más antigua y con un añadido posterior, que amplió su espacio interior y que tiene una techumbre de madera. Cuenta también con un pequeño pórtico.
En el interior hay un retablo sencillo de madera con la imagen de la Virgen y bajo el tejado de este espacio cuadrado hay una bóveda pintada con suaves colores.
Los árboles plantados no hace muchos años en su entorno destacan desde lejos, junto con la ermita, en esta extensa paramera. Y el agua, procedente de los regadíos, que ahora corre por el valle, ofrece una nota más de vida y verdor en medio de las tierras de barbecho.