jueves, 4 de febrero de 2010

La Fragua del 'tió' José.


Puente sobre el arroyo a la entrada de Joarilla.



La fragua del señor José, vista desde el puente.


La calle y la fragua con la torre de la iglesia al fondo.


A la entrada de Joarilla,
lo primero que se ve,
es la fábrica de alcoholes
y la fragua el 'tió' José.

Efectivamente así es, tal y como lo reflejan estos versos que fueron y son, desde hace ya tiempo, una estrofa más de las que se cantan en la Chaparrilla, la ronda que se celebra el segundo día de la fiesta de los Pastores, después de cenar todos juntos el borro o cordero que se corrió, por la mañana, por las calles del pueblo.
Una vez pasado el puente, cuando se llega a Joarilla viniendo de Valdespino o de Sahagún, hacia el medio de la calle de la parte izquierda, se encontraba la fragua. Era un local de planta baja, construido con tapial y adobe y con tejado a un agua, hacia la misma calle. Tenía una ventana que casi siempre estaba cerrada.
En su interior, como en todas las fraguas populares de entonces, estaba el horno y sobre él un fuelle para dar aire y ayudar a la combustión del carbón con el que calentar el hierro para trabajar con él. Y no lejos del horno y del fuelle, el yunque sobre el que, con ayuda de grandes martillos, el Sr. José doblegaba a su antojo el hierro incandescente, para elaborar diversas piezas u objetos, unos para uso doméstico: trébedes, badiles, tenazas, etc., y otros para la agricultura: rejas, mazos, picos, etc.
Horno parecido al que tenía el señor José en su fragua.
Herramientas de un herrero de Benavente. Así eran las utilizadas por el señor José.
En la fragua y junto al horno tenía el yunque.

Una de las piezas que más hacía eran herraduras para las vacas, machos, mulas, burros y algún caballo. Y es que el Sr. José en lo que más trabajaba era en herrar al ganado. Allí, delante de la fragua, ya casi en el plantío, y a la sombra de los chopos, estaba el potro, por el que pasaban todas las vacas y demás ganado del pueblo que necesitase cambiar sus herraduras.
Y para herrar no faltaban las herraduras de mulas, machos y también vacas.
Ni le faltaba el martillo, los clavos, el pujabante y las tenazas.
Y herraba en un potro parecido a este de Pozuelo de Vidriales, un pueblo de Los Valles de Benavente.

Cuando íbamos a la alameda, nos gustaba acercarnos a la fragua y ver cómo el señor José, con sus manos y su cara negras por el carbón, golpeaba con fuerza sobre el yunque produciendo un gran ruido. O verle herrando las vacas con gran destreza y rapidez. Conocía a la perfección su oficio y lo desempeñaba al gusto de todos.
El señor José y la señora.Ángeles tuvieron varios hijos: Mundo. Honorino, Baudilia, Nano y Pepa. Al morir, fue Mundo el que siguió un tiempo con el oficio de su padre. Los demás se dedicaron a otros trabajos, en el pueblo o emigrando a otros lugares.
Siempre había gente en la fragua. Y no solamente para verlo trabajar, sino para pasar el rato charlando entre sí y con él, pues era de amena conversación, no exenta de gracias y chascarrillos. Prueba de ello es que se le daba bien decir e incluso crear refranes, y también componer versos. De hecho a su imaginación poética se deben muchas de las estrofas de la Chaparrilla para la fiesta de Los Pastores, y de los refranes que los mozos recitaban por san Antón.
En la actualidad no hay vacas, mulas, machos, burros ni caballos para trabajar en el campo, ni existe una fragua como la del Sr. José, que he querido recordar y hacer presente a través de este breve comentario.