martes, 12 de enero de 2010

En recuerdo de PEPE



A los pocos días de haber iniciado este blog, me llaman para comunicarme el fallecimiento de mi primo Pepe, uno de los cinco hijos de mis tíos Anselma y Anastasio. Para los de Joarilla y muchos forasteros y vecinos de los pueblos próximos, José de Castro Mencía era y seguirá siendo siempre Pepe, el del bar “El Pollo”, pues con este sobrenombre o apodo se conoció a su abuelo y a su mismo padre. Además éste fue el nombre con el que se distinguía su bar de los demás que había en el pueblo.
Los trabajos desempeñados por mi tío Anastasio, ayudado lógicamente por su familia, fueron la agricultura y el bar, y esto casi hasta su muerte. Y lo mismo le ha ocurrido a Pepe, hasta que hace años se jubiló y disfrutaba y se entretenía con otras cosas.
El bar le permitió conocer a mucha gente, incluso forasteros. Era el lugar de reunión, charla y convivencia, más común, a la falta de otros espacios para el esparcimiento. En el bar pasó muchos momentos, sobre todo por las tardes de todos los días, incluso después de regresar del trabajo en el campo. La partida diaria de muchos vecinos en el bar, después de comer, se prolongaba hasta avanzada la tarde. Así hacían durante casi todos los días del año, hasta el punto de poder afirmar que algunos se pasaron allí la mitad de su vida. ¡Cómo no iba a conocer bien Pepe a sus paisanos e intimar con ellos¡
Su muerte ha reunido a casi todos sus familiares. Y también a muchos de sus amigos y conocidos. Destacaba por su bondad y atención para con todos, y tampoco le faltaba el buen humor, sobre todo al reunirse con algunos de sus paisanos. Se preocupaba siempre por los que estaban más cerca y sentía como nadie la pérdida de sus familiares.
Su muerte me ha hecho recordar momentos de su vida y su trabajo: el bar, el salón de baile, la era, la bodega, la caza, la matanza del cerdo, etc. Y también la siega y el acarreo, la vendimia y la elaboración del vino, etc. Y, como no, la Dehesa y el majuelo del camino con tan buenas uvas, el Rebollar, el Pedrón, las Canteras, los Culebros, y Valdecea…etc. etc.
No puedo olvidar tampoco mis primeros días de caza con su escopeta (por supuesto que con su permiso o autorización), y las meriendas en el campo bajo una encina o un roble, ni las visitas a su bodega para degustar el vino reciente ya fermentado, después de haber recogido la cosecha de cada año.
Con Pepe y con mi tío Anastasio me paseé muchas veces en el trillo cuando en el verano se trituraban las mieses en la era, y también en el carro de par y en el de varas. Este último era arrastrado por el morico, aquel caballo de pequeño tamaño que tenía mi tío y que era muy dócil y muy bueno. El morico conocía mejor que nadie el camino hacia Sahagún en busca de oranges, gaseosas, sifones, botellas de vermuth y otras bebidas de la época. El caballo era tanto o más conocido que su mismo dueño.
Cuando yo me acercaba y me acerco al pueblo no dejaba ni dejo de visitar las bodegas, para contemplar todo lo que se puede ver desde aquel lugar elevado: la alhameda, el trébano, la poza, el huerto del Sr. Luis, el alambique, los prados de arriba y de abajo, el pueblo de San Miguel y, por supuesto, el de Joarilla: calles, plazas, casas con chimeneas, depósito de agua y sobre todo la torre, que destaca entre todas las demás construcciones y que es el hito o la referencia más importante para todos los que se acercan al pueblo.
A veces, estando en las bodegas, coincidíamos con sus íntimos amigos Isidro (ya fallecido) y José Luis, el de Gloria, cazador como nadie. Con ellos se veía Pepe casi todos los días, se contaban sus cosas, y reían sus gracias, las de los tres, pues los tres gozaban de buen humor y más cuando estaban juntos.
Sería prolijo enumerar las vivencias de su vida y las de aquellos que estuvimos mucho tiempo junto a él. Que estas breves líneas sean como un pequeño homenaje a través del recuerdo.