domingo, 29 de agosto de 2010

La imagen. De romería en familia.



Esta foto del año 1948 me ha servido para recordar no solamente a la romería de la Virgen del Páramo, que hoy día 29 de Agosto de 2010 se está celebrando, sino también para ver cómo una parte de los componentes de mi familia acudieron en aquel año a la fiesta romera. Porque en ella está mi abuela Anastasia, vestida de negro y en el centro de todos, como la de mayor edad y siempre querida y respetada. Hasta un nieto la arropa con su brazo. También con vestido negro su hermana Aureliana la que vivía en Valdespino. Luego veo a mi padre, mi tío Carlos y mi tía Anselma, y algunos primos y otros parientes o allegados.
Están junto a la pared de ladrillo de la ermita. Todos miran al objetivo de la cámara e incluso algunos sonríen para la foto. Detrás de ellos se advierte un cura con teja, de alguno de los muchos pueblos que participaban en la romería.
Al fondo, aunque con poca nitidez, animales y carros en los que han llegado hasta allí quienes no lo han hecho a pie, sobre todo las personas mayores.
La imagen nos sitúa en el pasado y sirve para recordarnos a los que, por haber fallecido en aquel tiempo, no pudieron asistir ese día a la romería, y a otros que, en la actualidad, tampoco están con nosotros.
La romería ha cambiado y si se celebra, es de otra manera. También la forma de vida y costumbres de las personas que acuden a la misma. Las imágenes son el mejor medio para conocer y recordar el pasado, y rendir un pequeño homenaje a todos aquellos que formaron parte de él.





sábado, 28 de agosto de 2010

Romería a la Virgen del Páramo.


Hace unos días estuve en Joarilla y Feliciano, el sacristán, me dijo que el domingo día 29 de agosto era la romería a la Virgen del Páramo, a la que muchos consideraron siempre como la patrona de la comarca de Las Matas. Pero añadió que, como actos religiosos, tan sólo asistirían a una misa la personas de los pueblos cercanos que se acercasen a la ermita. Y que respecto a otros actos pensaba él que no habría más celebraciones.
Esto me ha motivado para insertar aquí el capítulo que sobre dicha romería publiqué en mi libro “D. Mere, el cura de Joarilla de las Matas. Vivencia de una época. (1942-1966)", cap. 16, pp. 10-14).
Ojalá que la romería no decaiga, sino que vaya a más, pues era y puede seguir siendo un día de gran fiesta y un acto de convivencia religiosa y no religiosa para todos los ciudadanos que viven en esta comarca del sur de León, cuyos pueblos, las personas que los habitan y sus costumbres y tradiciones, merecen cada día más atención

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LA ROMERÍA A LA VIRGEN DEL PÁRAMO
Se celebraba y sigue celebrándose, cada cuatro años, el día de Nuestra Señora, el 8 de septiembre. Se iba a la ermita, que se encuentra en el término de San Miguel de Montañán, uno de los pueblos pertenecientes al ayuntamiento de Joarilla, junto con Valdespino Vaca. A la Virgen se la consideraba como la patrona de la comarca de Las Matas. De hecho acudían en este día, además de los tres pueblos citados, otros como Vallecillo, Villeza y Gordaliza del Pino, Castrotierra y Castrovega de Valmadrigal, y Villamoratiel de las Matas. También los de Albires, Izagre y Valverde Enrique. Y hasta de Villamuñío, Calzada del Coto, Calzadilla de los Hermanillos, Bercianos del Real Camino y El Burgo Ranero. Algunos años llegaban, incluso, gentes procedentes de los Melgares, el de Arriba o el de Abajo, pueblos que se encuentran al otro lado del río Cea, ya en la provincia de Valladolid. Y no era tampoco extraño que se acercase alguien desde Sahagún de Campos y otros pueblos próximos, siempre personas amantes de las tradiciones y de fiestas populares.
Era una romería comarcal, limitada a esta zona sur de León, un tanto olvidada por la capital en cuanto a infraestructuras viarias y de otro tipo, precisamente por su situación de límite provincial.
No lejos de aquí está el río Cea que sirve de límite entre las provincias de León y de Valladolid. Zona la más alejada de las montañas del norte de la provincia, montañas y valles cargados de riqueza y bellos paisajes. La gente de por aquí apenas había oído hablar de Babia, el Bierzo, el Valle Gordo, el Curueño, etc. Les sonaba más la Maragatería, por los arrieros que venían a traer algunos productos y llevarse otros, como el vino, el afamado clarete leonés, y el trigo, de buena calidad. También habían oído hablar de Riaño y Prioro y otros pueblos montañeses, como les llamaban, porque -venían a Joarilla también a por vino y trigo, para pasar el invierno, según me contaban.
No obstante, la romería era un día de fiesta que se vivía con intensidad. No dejaba de ser un día cada cuatro años y se tenía que notar.
D. Mere, el Domingo anterior, durante la misa, ya había informado sobre la celebración de la misma, invitando a todos a participar en ella. Llegado el día, los monaguillos nos acercábamos a la iglesia, a la hora concertada, para coger las ropas necesarias para oficiar el culto, la cruz procesional pequeña, los faroles o ciriales y algún estandarte mariano. Algunos años se llevaba también el pendón parroquial. Desde la iglesia emprendíamos el camino hacia la ermita, junto con la gente del pueblo que lo hiciese a pie. Porque otros muchos iban a lomos de burros o caballos, o en carros, cosa lógica, pues tenían que llevar la comida, a veces para muchas personas. Los carros, en ocasiones, engalanados, y con pancartas alusivas a la Virgen del Páramo y a la romería. Las comitivas de romeros, al menos las procedentes de Joarilla y de Valdespino, Villeza y Vallecillo, se reunían en San Miguel y desde allí, en procesión, partían hacia la ermita. Pendones, estandartes, cruces, faroles, los cánticos marianos y el acompañamiento de dulzaineros, hacían llamativo el acto y entretenido el recorrido, hasta llegar a la misma.
Los procedentes de los demás pueblos, desde primeras horas de la mañana, se iban reuniendo en el lugar y, hacia el mediodía, al aire libre y en pleno campo, se oficiaba la misa en el altar instalado junto a una pared del exterior de la ermita. Era concelebrada por todos los sacerdotes de la comarca presentes, y presidida por el párroco de San Miguel de Montañán, pueblo en el que, como ya he dicho, esta ubicada la ermita. El sermón, con las palabras de bienvenida a los peregrinos, era breve, pues los calores, las multitudes y la comida que espera, reclamaban brevedad. El otro acto religioso que se celebraba era el rezo del Santo Rosario. Se hacía por la tarde, siempre antes de regresar los romeros a sus pueblos y a sus casas. Después del rosario, junto a la ermita, se cantaba y se subastaba el ramo de rosquillas, preparado por los cofrades de la Virgen, cuyo dinero contribuía a sufragar los gastos de la organización.
Entre la misa y el rosario tenía lugar la comida. Unos se colocaban a la sombra de sus carros. Otros, los más madrugadores, ya habían tomado posesión de la sombra de los pocos árboles que había junto a la ermita o en el valle próximo a ella. Porque, a no mucha distancia, hay un valle con una fuente de agua potable que en estos días aliviaba el calor y contribuía a refrescar algo el ambiente, si estaba soleado y caluroso. Pero era insuficiente para todos.
A la romería acudían también vendedores con sus tenderetes que ofrecían melones, sandías, quesos, uvas, dulces, frutos secos y otro tipo de chucherías. También se vendían refrescos y vino. Concretamente no faltaba a la fiesta, entre otros, el carro de varas de mi tío Anastasio, llevado por el caballo ‘El Morico’, cargado de oranges y gaseosas principalmente, que contribuían a aliviar algo el calor.
Al atardecer, y antes de regresar de nuevo a los pueblos respectivos, se celebraba un baile amenizado por los dulzaineros.
Así se celebraba, un año más, la romería de la Virgen del Páramo, conocida también por todos como la romería de San Miguel, en la que lo religioso y lo profano se daban la mano y servía para pasar un día juntos los habitantes de esta comarca de Las Matas, comarca al Sur de León, un tanto lejos de la capital y protagonista durante muchos años del olvido.
Iglesia de san Miguel de Montañán.
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Virgen del Paramo que se encuentra en la iglesia de san Miguel.
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Ermita de la Virgen del Páramo con el entorno limpio y praparado para la romería.
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Interior de la ermita con la imagen de la Virgen de la Mudarra.
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Valle próximo a la ermita en el que hay una fuente.
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Una de las lagunas existentes cerca de la ermita de la Romería a la Virgen del Páramo.
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La imagen de la Virgen es románica, del siglo XII y de bellas facciones. La original, la que vemos en este día especial, casi nunca está en la ermita, por temor al robo o desaparición. Se encuentra en la iglesia de San Miguel. En su lugar, en la ermita, durante el resto del año, hay una imagen distinta, que llaman la Virgen de la Mudarra. Cosa curiosa, pues la Mudarra es un pago del campo de Joarilla, en el que todavía existen restos de alguna edificación que pudo ser también una ermita o un antiguo monasterio. Aquí, entre las ruinas, es en donde cuentan que se encontró la imagen de la Virgen, y que, desde allí, en un carro tirado por bueyes, llegó hasta cerca de San Miguel. Precisamente se construyó la ermita en el lugar en el que los bueyes se negaron a caminar. Ésta era la señal, y es una de las leyendas más conocidas relacionadas con vírgenes, ermitas y santuarios.
Desde La Mudarra hasta cerca de las Lagunas de San Miguel hay varios kilómetros. En recuerdo de esta leyenda, se mantiene en la ermita una imagen, más moderna, que ellos llaman la Virgen de la Mudarra, pero es la Virgen del Páramo la protagonista de la romería y de la fiesta.
La ermita es una construcción de tapial y ladrillo, de forma cuadrada en su parte más antigua y con un añadido posterior, que amplió su espacio interior y que tiene una techumbre de madera. Cuenta también con un pequeño pórtico.
En el interior hay un retablo sencillo de madera con la imagen de la Virgen y bajo el tejado de este espacio cuadrado hay una bóveda pintada con suaves colores.
Los árboles plantados no hace muchos años en su entorno destacan desde lejos, junto con la ermita, en esta extensa paramera. Y el agua, procedente de los regadíos, que ahora corre por el valle, ofrece una nota más de vida y verdor en medio de las tierras de barbecho.

sábado, 14 de agosto de 2010

La imagen. Depósito de agua.


En lo alto del pueblo, al final de la calle Mayor y muy cerca de la Eras, se encuentra el depósito de las aguas que provienen del pozo allí mismo construido. Se construyó en el lugar más elevado, para que el líquido elemento, necesario e imprescindible para la vida, llegase con facilidad a todos los hogares. Y así ocurre desde hace ya bastantes años. Se dispone de agua corriente y de buena calidad, aunque los mayores añoren el poder degustar la que salía por los caños de pozo que había en la plaza. Pero los tiempos cambian y las necesidades y comodidades también, y todo esto es positivo.
La decisión de construir el depósito allí fue la acertada, pues el pueblo se encuentra en una pequeña inclinación o cuesta, excepto la parte central (Plaza Mayor y cercanías) que es más llana. Sin duda alguna el agua bajará y llegará con más fuerza a las casas.
Construido con ladrillo y abundante cemento, para evitar las filtraciones, su forma es la más normal en este tipo de infraestructuras, para el servicio y utilidad para los ciudadanos.
El depósito, lo mismo que la torre y las modernas antenas, destaca a lo lejos cuando alguien por los distintos caminos o carreteras, se va acercado al pueblo.

viernes, 6 de agosto de 2010

El transformador


A la entrada de Joarilla, viniendo de San Miguel de Montañan, está el transformador, y al fondo se ve la torre mudejar de la iglesia.
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En Joarilla todavía se conserva el transformador, esa pequeña torre cuadrada, de poco más de tres o cuatro metros de altura, que se encuentra a la entrada del pueblo, cuando se viene de San Miguel. A ella llegaba el cableado de energía eléctrica y en su interior estaban los contadores, los plomos y todo aquello que era necesario para controlar y distribuir desde allí dicha energía.
Algunos de estos edificios pueden tener casi 100 años, que son poco más o menos, los que hace que la luz eléctrica comenzó a llegar a ciudades y pueblos, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, aunque en algunos lugares fuese más tarde. En la actualidad, ya en el siglo XXI, son pocos las localidades que no la tengan.
Fue construido con ladrillo, tejado de uralita y puerta de chapa, con pequeña ventana para ventilación.
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Los transformadores nos llaman la atención por su situación y por su forma de construcción, así como por los materiales empleados en la misma, pues los hay de adobe o tapial y también de ladrillo, como el de Joarilla, e incluso de piedra, en donde ésta era abundante. Con el tejado de uralita, o de teja, a una o dos aguas. Tienen una puerta no muy grande, generalmente de chapa o de madera chapeada con el grabado o dibujo de la muerte, (calavera y huesos) y la inscripción de PELIGRO. No suelen tener ventanas. Tan sólo en la parte alta de la pequeña torre hay una abertura necesaria para introducir los distintos tipos y grosor de los cables. El interior es un espacio abierto en cuyas paredes se colocaba el aparato llamado transformador, que da nombre al edificio y que estaba destinado a transformar una determinada tensión eléctrica alterna en otra tensión distinta, una que llega por la línea y otra que sale para servicio del pueblo y de sus habitantes. Además estaba dentro el contador de la empresa de electricidad y todo lo demás, necesario para prestar un buen servicio. Había también contadores de la luz que gastaba cada uno de los vecinos y de la que gastaba el municipio en sus calles y plazas. El edificio desempeñaba fundamentalmente un servicio público.
Todavía se conservan cables en su interior, a pesar del abandono.
Y también los contadores y demás instrumentos de control.
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De la atención al transformador y a los problemas que en él surgiesen y en toda la línea o tendido eléctrico, en algunos pueblos había una persona con conocimientos de electricidad, de hecho se le llamaba el electricista, que, si no profesional de oficio, la práctica le había convertido en profesional. Porque problemas con la luz los había y muy frecuentemente. Si se apagaba, o bajaba de fuerza o tensión, allí estaba el electricista a proceder a su reparación. A veces se decía que se habían fundido los plomos y era lo que él reparaba. Cuando había tormenta era frecuente la avería eléctrica y más trabajo para los electricistas.
En Joarilla la persona encargada, el electricista, fue durante muchos años el Sr. Higinio, el padre de Horacio, Evelio y Esther. Cuando la luz faltaba, que era con bastante frecuencia, todos los vecinos se acordaban de él y de su familia. Y al poco tiempo, cuando la avería se solucionaba, se le agradecía su mediación. Si no era posible, pues las lluvias o tormentas destruían el tendido, se esperaba con paciencia la solución al problema, porque estaban seguros de que el Sr. Higinio se afanaba en ello.
La luz llegaba a los transformadores, desde la central, a través de cables de cobre colocados sobre postes de madera, que, aunque de calidad, frecuentemente no soportaban, ni los vientos, ni las lluvias, ni los rayos, por lo que las averías en la línea eran frecuentes.
Muchos de estos edificios están hoy abandonados, con su puerta destruida y su tejado caído, lo mismo que otras casas de los pueblos. En el interior de algunos anidan las aves o su tejado sirve para que lo hagan las cigüeñas. Pero otros transformadores están en pie, al servicio del pueblo, lo mismo que las paneras y demás edificios de propiedad municipal. En ellos almacenan útiles de limpieza u otros objetos necesarios. Algunos ayuntamientos han querido mantener este edificio, singular y emblemático, testigo del pasado, que desempeñaba una función de progreso y bienestar, como fue la llegada de la luz eléctrica a las casas y pueblos. Lo mismo que ocurrió con el agua, pues, aunque existían desde antiguo fuentes o pozos en casi todos los pueblos, la canalización de aguas limpias y sucias y la construcción de los depósitos se llevó a cabo mucho tiempo después.
Es de alabar la idea de algunos pueblos de mantenerlos en pie, como testigos del pasado y de una época, inicio de progreso y desarrollo. Además es la única manera de que las generaciones futuras conozcan, a través de su existencia, su función, su finalidad y su historia. Y también una forma de vida distinta y que ellos no conocieron, ni vivieron. Se pueden reparar y cuidar asignándoles otros menesteres.
En Joarilla se contó y se sigue contando con transformador En lugar de destruirlo habrá que repararlo, como edificio público que es y que estuvo siempre al servicio de los vecinos.